dimarts, 19 d’abril del 2011

Más allá de la frontera invisible

Cuando subes al Ulster sabes que has cruzado la frontera cuando te llega un sms diciéndote que te van a cobrar más si se te ocurre llamar. Cuando vuelves a cruzar hacia Dundalk, Irlanda te da la bienvenida en gaélico e inglés. ¿Tengo que volver a explicar por qué me gustan los irlandeses y no los británicos? Mucha carretera iluminada, pero ni un triste cartel avisándote que a partir de ese punto las distancias estarán en millas y no en kilómetros y que, por lo tanto, estás más lejos de cualquier sitio de lo que crees.
Un dato más para ver que los irlandeses ganan por goleada y ya paro que empalago: los taxistas de Cork han decidido que a partir del año que viene van a pagarle un año de carrera a uno de los alumnos de la universidad para agradecerles el negocio que les generan los estudiantes. No sé si hay 45 o 50 taxistas en la iniciativa, pero la cosa es que han dividido lo que cuesta un año (2.500€ según las nuevas tasas, creo) a partes iguales y cada uno pagará una parte. Dan ganas de pedir el traslado de expediente, ¿no?
A lo que iba. Irlanda del Norte es muy impresionante en cuanto a paisajes, (¡coño!, ¡para eso es Irlanda!) pero en lo que refiere a ciudades (construidas por los British) deja bastante que desear. Belfast no es una ciudad bonita, para nada. El ayuntamiento es impresionante y hay otros edificios bonitos, pero si la gente la conoce por los murales, será por algo...
Derry no es mucho más hermosa, aunque le joda a Amaia. Sí, tiene cuatro calles amuralladas que le dan cierto encanto y un cementerio preciosísimo, como la mayoría de los de esta isla y la de al lado. De nuevo son los murales lo que más llama la atención. Más grandes que los de Belfast y, en algunos casos, más bestias, algo comprensible por el Bloody Sunday de los «hamijos» del ejército británico... Mítico el «You are now entering Free Derry», refiriéndose a la zona irlandesa de la ciudad, que demuestra que no soy la única que prefiere el verde al naranja.
Así que quedamos que lo más bonito e impresionante es el paisaje, especialmente la costa, con los acantilados y las playas de acceso imposible. Mención especial, obviamente, para la calzada de los gigantes,  accidente geográfico peculiar como pocos, tanto que el hecho de que sea una formación natural parece una explicación más fantasiosa que la leyenda: Dos gigantes enemigos, el irlandés Finn y el escocés Bennandoner se dedicaban a lanzarse rocas de isla a isla (se conoce que la conexión wi-fi de la época era muy mala y con algo tenían que entretenerse) que acabaron formando una calzada. Un día Finn se fue para escocia para enfrentarse a su enemigo, pero se dio cuenta de que era más fuerte que él y se volvió para su cueva irlandesa. Bennandoner lo vio alejarse y fue tras él. La señora de Finn  -que pese a demostrar ser la más lista de la película su nombre no trascendió-, al ver acercarse a Bennandoner vistió a su marido de bebé e invitó al escocés a su casa alegando que su marido volvería pronto. Bennandoner al ver el tamaño del bebé salió corriendo imaginando cuán grande podía ser el padre y destruyó la calzada en la huida, quedando sólo una parte en la costa irlandesa y otra en la escocesa. Cabría preguntarse qué clase de parafilias tenían los gigantes irlandeses para tener en casa ropa de bebé de talla adulta, pero no quiero tener sueños raros esta noche.
Además, por experiencia puedo decir que la gente por esos lares suele ser maja. Hablan raro, eso sí. Como los irlandeses «del sur» pero entendiéndose menos. Se agradece, eso sí, que no tengan ese acento relamido y una actitud pedante. Son una mezcla de irlandeses con escoceses, lo mejor de cada casa... ¡tienen que molar por narices!
Creo que después de esto tendré que comprarme las Martens con la bandera del Reino Unido para redimirme ante la Commonwealth...
Cheers!

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