Esta mañana, ingenua de mi he subido a la uni como si nada. Craso error. Hoy era el día D: la abuelita hortera del país vecino (Elizabeth the Second, by the Grace of God, of the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland and of Her other Realms and Territories Queen, Head of the Commonwealth, Defender of the Faith, para ser exactos) llegaba esta mañana a la República. Intentar volver de la uni a mi casa ha sido una aventura rocambolesca como pocas en este lugar tan pacífico.
Llegado a un cierto punto el autobusero ha decidido que no podía avanzar más con el tráfico que había y nos ha descargado ahí mismo, vaya Ud. a saber dónde... He mirado a mi alrededor y he decidido ir calle abajo, si no sé dónde voy, al menos no me canso. He decidido que debía estar cerca del centro cuando he visto montones de basura tirados por el suelo, rastros de una pelea campal y gente alejándose con pancartas y la reina tachada en sus camisetas. Más adelante un policía me ha impedido el paso. Con cara de niña buena que no sabe lo que pasa (no ha colado porque llevaba el palestino, la sudadera de nazis a la basura y las Martens, pero oye, por probar) le he dicho que quería ir a mi casa (¡¡¡mamiiiiiii!!!) y como si fuera los más obvio del mundo me ha indicado que tenía que dar la vuelta a todo el barrio e intentar acceder a Mountjoy por otro lado. Estupendo. Si al oeste de Dorset ya da mal rollo ir de por sí, hoy que parecía San Cosme con hogueras incluidas, ni os cuento...
Al final he dado toda la santa vuelta, con dos cojones. Todo para encontrarme con una barrera de antidisturbios (sí, tienen. He flipado, son algo cutrillos, no como los bárbaros ultra-violentos que tenemos nosotros, pero oye, menos da una piedra, aunque no sea la expresión más acertada en este contexto). De repente han pasado dos furgones cagando leches y los maderos han empezado a moverse al trote. Entre ridículo y malrollento. He visto ladrillos volar... y piedras del tamaño de una cabeza de bebé... Dorset St. se ha convertido en un campo de batalla durante unos segundos. Luego me han dejado pasar como si nada, bajo la incisiva mirada de otra fila de antidisturbios. A dos metros reducían a un adolescente entre tres. Muy valientes. Unas nackers (los chonis de aquí) gritaban en su idioma raro de chungas, pero nadie les ha hecho el más mínimo caso.
Devuelta a Mountjoy sólo se veían autobuses. Números que no había visto en mi vida hacían cola en triple fila para dejar subir y bajar o para salir de semejante caos. Todo colapsado, demencial. Todo por una señora que no cae bien por aquí y no por las dominaciones de años ha, como muchos se emperran en decir, sino por ser la jefa del ejército que sigue ocupando Irlanda del Norte, territorio reconocido por la constitución irlandesa al que los republicanos más concienciados se niegan a renunciar (normal, con lo pequeña que es la isla, para irla partiendo...). Para algunos representa una provocación que un monarca británico pise suelo irlandés antes de la resolución del conflicto de forma definitiva, para otros es precisamente un símbolo del camino andado hacia la paz. Lo que sea. La cuestión es si un país que tuvo que invertir 50 mil millones en salvar a un banco y que por ello tuvo que ser rescatado por la UE puede permitirse 30 millones de euros en una vieja kitsch (y en un Nobel de la Paz poco pacífico, la semana que viene).
Llegado a un cierto punto el autobusero ha decidido que no podía avanzar más con el tráfico que había y nos ha descargado ahí mismo, vaya Ud. a saber dónde... He mirado a mi alrededor y he decidido ir calle abajo, si no sé dónde voy, al menos no me canso. He decidido que debía estar cerca del centro cuando he visto montones de basura tirados por el suelo, rastros de una pelea campal y gente alejándose con pancartas y la reina tachada en sus camisetas. Más adelante un policía me ha impedido el paso. Con cara de niña buena que no sabe lo que pasa (no ha colado porque llevaba el palestino, la sudadera de nazis a la basura y las Martens, pero oye, por probar) le he dicho que quería ir a mi casa (¡¡¡mamiiiiiii!!!) y como si fuera los más obvio del mundo me ha indicado que tenía que dar la vuelta a todo el barrio e intentar acceder a Mountjoy por otro lado. Estupendo. Si al oeste de Dorset ya da mal rollo ir de por sí, hoy que parecía San Cosme con hogueras incluidas, ni os cuento...
Al final he dado toda la santa vuelta, con dos cojones. Todo para encontrarme con una barrera de antidisturbios (sí, tienen. He flipado, son algo cutrillos, no como los bárbaros ultra-violentos que tenemos nosotros, pero oye, menos da una piedra, aunque no sea la expresión más acertada en este contexto). De repente han pasado dos furgones cagando leches y los maderos han empezado a moverse al trote. Entre ridículo y malrollento. He visto ladrillos volar... y piedras del tamaño de una cabeza de bebé... Dorset St. se ha convertido en un campo de batalla durante unos segundos. Luego me han dejado pasar como si nada, bajo la incisiva mirada de otra fila de antidisturbios. A dos metros reducían a un adolescente entre tres. Muy valientes. Unas nackers (los chonis de aquí) gritaban en su idioma raro de chungas, pero nadie les ha hecho el más mínimo caso.
Devuelta a Mountjoy sólo se veían autobuses. Números que no había visto en mi vida hacían cola en triple fila para dejar subir y bajar o para salir de semejante caos. Todo colapsado, demencial. Todo por una señora que no cae bien por aquí y no por las dominaciones de años ha, como muchos se emperran en decir, sino por ser la jefa del ejército que sigue ocupando Irlanda del Norte, territorio reconocido por la constitución irlandesa al que los republicanos más concienciados se niegan a renunciar (normal, con lo pequeña que es la isla, para irla partiendo...). Para algunos representa una provocación que un monarca británico pise suelo irlandés antes de la resolución del conflicto de forma definitiva, para otros es precisamente un símbolo del camino andado hacia la paz. Lo que sea. La cuestión es si un país que tuvo que invertir 50 mil millones en salvar a un banco y que por ello tuvo que ser rescatado por la UE puede permitirse 30 millones de euros en una vieja kitsch (y en un Nobel de la Paz poco pacífico, la semana que viene).
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada